Mi intrascendente misión en la vida

Los domingos en la tarde tienen una característica que los hace muy especiales, son tal vez la parte de la semana que más sentimientos encontrados puede ofrecer. Está el cansancio del goce del fin de semana y la conciencia de que comienza un nuevo día hábil, donde se debe trabajar o estudiar. Y saltarse esta parte de la semana no aliviaría nada, porque simplemente llegaría el lunes implacable con las rutinas en la que la mayoría nos encontramos inmersos.

Bueno ha sido en esta parte de la semana donde me he hecho consciente de mi misión en la vida y he descubierto que es una misión completamente intrascendente, indispensable pero intrascendente, y que además cualquiera puede realizar.


Aunque cualquiera la puede realizar he sido el elegido para realizarla en mi núcleo familiar. Hubiese querido escribir todo el post sin mencionar cuál es, pero es inevitable que termine mencionándola. 

Considero que soy bueno realizando esta misión, lo hago a una buena velocidad y utilizando poca cantidad de recursos, lo cual hace que mi labor genere poco impacto en el medio ambiente. Además aplico mis conocimientos en ingeniería para tener un proceso lo más fluido posible y con la menor cantidad de defectos y daños. 

Esta misión es lavar los platos en mi hogar. Me he dado cuenta que es una de las labores que con más frecuencia realizo, todos los días dedico parte de mi día a esto. Siempre habrá platos para lavar, es algo inevitable, el comer genera la necesidad inevitable de esta actividad y si no se hace llegará el momento en que no haya donde comer, lo cual hace que esta sea una actividad indispensable en el día a día de un hogar. 

Muchos deciden delegar esta función, a máquinas u otras personas, yo no he podido delegarla a una máquina porque no quiero consumir más recursos de los necesarios, una máquina requiere recursos para fabricarla y otros para operar, que al parecer son más de los que he logrado requerir en mi labor. Y tampoco me siento bien pagándole a otros para realizar exclusivamente esta labor, porque hasta ahora no he conocido la primera persona que sienta emoción por hacer esto.

Es una de esas misiones que llegan sin pedirla, que debo aceptar casi inevitablemente, que no siempre quiero hacer, a veces me canso, que es completamente intrascendente pero a la vez completamente necesaria y todos en mi núcleo familiar se ven enormemente beneficiados de ella. No me poder ni dinero, decir que la hago es irrelevante para la mayoría o totalidad de las personas y sin embargo puedo acostarme con la tranquilidad de decir que la cumplo a cabalidad y llevo a buen término casi todos los días. 

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