El colegio para mis hijas y el colegio para mi

Hace unos días tuvimos la entrega de informes de final de año de mis dos hijas. Como la mayoría de mis interacciones, es un momento para conocerme un poco más a mi mismo. Reuniones de no más de 15 minutos donde el centro de la conversación eran las notas en las distintas materias. 

Aunque siempre me ha parecido que el colegio es un medio muy poco efectivo, incluso contrario a lo que puede significar  la posibilidad de una verdadera educación, mi esposa y mis hijas han querido utilizarlo en su proceso de vida, por lo cual mi posición es de mucha atención respecto a todo lo que pueda suceder en él que amenace la curiosidad innata de mis hijas, para poder sortearlo. Por esta razón procuro siempre asistir a estos espacios donde entregan los informes, porque es un momento importante para detectar esas fallas inherentes al sistema colegio que pueden estar afectando a mis hijas. 

En estos momentos mis hijas están en un colegio virtual, por lo tanto ambas reuniones sucedieron en este espacio, en mi caso saliendo de la ciudad en medio de mucho tráfico. Por dificultades con la conexión llegué tarde a la primera reunión, la primera era la de mi hija mayor, cuando llegué el profesor ya había comenzado con su reporte comentando que mi hija tuvo una mención especial en la reunión general realizada en la mañana. Luego comenzó a leernos las notas de cada materia, todas muy buenas, pero la parte que me conmovió fue cuando comentó que uno de sus amigos de salón estaba muy agradecido con ella y otra compañera porque le habían ayudado a estudiar matemáticas para un examen, en horas fuera de clase, y le fue muy bien, y esto le evitó reprobar. Debo confesar que se me aguaron los ojos cuando contó esto. El profesor cerró su informe agradeciendo a mi hija su actitud general respecto a las relaciones y el colegio.

Después tuve la reunión de mi hija menor, mismo protocolo, también las notas de cada materia, todas muy buenas, pero el mayor énfasis de los dos profesores que estaban entregando el informe, estuvo resaltando la alegría, participación y el carisma de mi hija, que hacía que las clases tuvieran un toque especial. De nuevo la lágrima se asoma. 

Terminadas las reuniones se asomó un conflicto para mi, conflicto que me recordó algo que viví justamente en el mismo grado que estaba terminando mi hija mayor. La situación que viví es que ese año fui uno de los mejores del colegio, estuve nominado al premio al mejor alumno que entregaba la institución, llegó el momento del anuncio y sucedió que ocupé el segundo lugar, mi sentir en ese momento que se prolongó varios años fue de fracaso absoluto, decepción, rabia. 

Lo que recuerdo es que esa nominación para mi fue una sorpresa, no era algo por lo que estuviese compitiendo, sin embargo no haberme ganado el premio me hizo sentir que no valía la pena estar en los primeros lugares porque se corría el riesgo de no ser el elegido, si no hubiese estado en los primeros lugares no hubiese tenido que pasar por esta situación. Aprendí en carne propia el poder desastroso de los premios. 

Esto se juntó con que cuando me iba bien le mostraba a mi papá y él me decía "así tiene que ser". Ahora entiendo que yo de alguna forma estaba buscando ser reconocido por mi papá y mis intentos fracasaban estrepitosamente. Después de ese día, habiendo sufrido el enorme malestar de estar en los primeros lugares y no ser el primero, sumado a la indiferencia de mi papá respecto a mis "buenos" resultados, tomé la decisión de ser un estudiante mediocre. Así transcurrió el resto de mi colegio, nunca más volví a ser el mejor estudiante, nunca habilité, y sólo sobresalí en las materias relacionadas con matemáticas porque realmente me gustaban. 

El conflicto en que quedé giró alrededor de la pregunta ¿debo felicitar a mis hijas por sus buenas notas?

¿Qué se puso en riesgo debido a que mi papá no me felicitaba por los buenos resultados o debido a que no me castigaba por los malos?

En realidad pesó mucho más en mi decisión no querer pasar de nuevo por esa situación de "pérdida", de "derrota". Hacer este tipo de reconocimientos no aporta nada al proceso educativo, al contrario puede generar división y frustración incluso para aquel que lo gana, en el mediano o largo plazo. Las calificaciones, los premios, las tareas son buenos aniquiladores de la curiosidad. 

De todas formas creo que me hubiese ayudado mucho si mis papás me hubiesen acompañado en ese momento de "derrota", una conversación simplemente para permitirme explorar mi sentir, pero explorar el sentir no es algo que las generaciones pasadas hayan querido permitirse, el sentir de alguna manera se veía y aún se ve como debilidad. Sigo muy atento de mis hijas, aprendiendo de ellas a cada instante y haciendo mi mejor intento para acompañarlas, sin obstaculizar o desviar su propio proceso.

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