La barrera invisible que nos bloquea

La naturaleza ha sido y siempre será nuestra gran maestra. 

Esta mañana, mientras tomaba mi merienda, fui de nuevo testigo de una situación que ocurre con frecuencia en el balcón, una mariposa estaba aleteando con todas sus fuerzas tratando de avanzar y agotada de no poder hacerlo. 

Normalmente hubiera simplemente pensado que era una cuestión de torpeza y por eso los humanos somos una especie superior, porque no estaríamos como ella insistiendo en avanzar a través de un vidrio y por mucho lo contaría como anécdota luego.  

Sin embargo hoy al observarla quise comprenderla, ¿por qué insistía en avanzar por ahí a pesar del resultado? Traté de pensar en su situación, lo que ella veía delante suyo era un lugar deseado, un lugar al cual quería llegar, sin embargo lo que no lograba ver era la barrera que se lo estaba impidiendo, para ella esta barrera no existía en tanto no la veía. Entonces allí estaba sabiendo para dónde quería ir, pero bloqueada por una barrera que no podía ver y que por lo tanto para ella no existía. 

Entonces pensé ¿qué le impedirá devolverse, simplemente volar hacia otro lado? lo único que puedo suponer es que ese lugar hacia el cual quiere ir y que además logra ver, para ella es mucho más atractivo que volar hacia otro lado, ¿por qué voy a querer tomar volar hacia un lugar menos agradable?

Ahora para mi era una mariposa queriendo avanzar hacia un lugar deseado, bloqueada por una barrera invisible, y sin voluntad para volar hacia un lugar menos agradable que aquel deseado. No quería renunciar a su sueño, y mientras tanto se le agotaba la vida bloqueada en el vidrio. 

En ese momento me sentí responsable de ayudarla, yo podía ver lo que la estaba bloqueando y tenía la capacidad para hacerla volar hacia otro lado, sin embargo esto requería incomodarme e incomodarla. 

Busqué algo que me permitiera moverla, encontré un listón de madera, me subí en una silla para llegar hasta donde se encontraba y logré que se subiera en él, sin embargo al mover el listón, volvía y volaba hacia el vidrio, aunque poco a poco se iba acercando al punto de salida. Repetí la operación un par de veces sin lograrlo. Entonces caí en cuenta que su instinto de protección la hacía saltar del listón porque tal vez lo estaba moviendo muy rápido, así que cuando logré que se sujetara de nuevo del listón me moví con mucha suavidad y logré llevarla hasta el borde del balcón donde salió a volar de nuevo esta vez libremente, a un lugar distinto a aquel que en principio soñaba con llegar, pero con muchas más posibilidades. Debo confesar que al verla volar al infinito se me aguó el ojo de alegría. 


Tal vez la gran enseñanza es que si sientes que no logras avanzar, que no fluyes, no insistas, no es cuestión de esforzarse más y más duro, es cuestión de volar en otra dirección, cuestión de intentar otros caminos.

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