Medite-rráneo




Escucho el mediterráneo, me maravillo con su belleza y poder.

Estar vivo para poder apreciar este espectáculo 
embellecido por un brillo solar inclinado desde el sur dirigiéndose al occidente, es invaluable.

Sentado en la arena con una textura granular rocosa, que se cuela entre las manos, 
está ahí, la puedes tocar, tomar y ella se escapa suavemente acariciando los dedos,
recordándote que te acompaña siendo libre, húmeda, fría y amorosa a la vez. 

Si hoy tuviera que partir de este mundo, no habría mejor cierre, 
el sonido de las olas, una sobre otra, incansables, imparables, espontáneas, suaves,
acompañadas de la playa que permite el sonido, o por lo menos su cierre,
levantar la vista y ver el borde entrelazado con el cielo, 
esa línea del horizonte donde cielo y mar se unen sin unirse.

Las islas Medas que se asoman como un gran rinoceronte, 
las casas, viviendas incrustadas en la costa,
incrustando el blanco  en la sinfonía del paisaje.

Familias sentadas, caminando en la arena, 
el niño tocando el mar, celebrando, la celebración de la vida, 
pequeños botes en el mar recorriendo un breve fragmento, 
agregando también ese toque blanco al paisaje. 

Escucho el mediterráneo, me maravillo con su belleza y poder.
Agradezco estar vivo para poder apreciar este espectáculo.

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