El origen es irrelevante

Esta comienza como una de mis tantas reflexiones alrededor de preguntas fundamentales. Hoy quise revisar de nuevo mi respuesta a la pregunta ¿Qué es Dios? y lo primero que me doy cuenta es que esta pregunta puede ser equivalente a la pregunta ¿Qué es el todo?¿Qué es la energía?

La respuesta que había surgido en su momento es Dios es la vida eterna, y decido entender la vida eterna como el ciclo permanente de vida del cual somos parte, la vida que genera más vida por los siglos de los siglos. En realidad llegué primero a la respuesta y luego surgió la pregunta. La respuesta simplemente surge de la observación, si hacemos inventario de la cantidad de variables que tuvieron que coincidir para que exista un ser como el ser humanos, casi que es posible decir que somos producto del azar, sin embargo lo llamativo es como millones de infinitas partículas tienden a unirse para provocar aquello que llamamos vida y luego aquello que llamamos seres vivos. 

Es difícil pasar por alto este movimiento hacia la vida, porque en realidad no hay nada que pueda obligar a la energía a que se manifieste en forma de vida, por lo tanto simplemente observando nuestra realidad y todo lo que hemos podido descubrir es inevitable llegar a la conclusión de que hay un movimiento permanente hacia la vida dentro del cual hemos surgido nosotros como seres humanos, pero que ha venido sucediendo y seguirá sucediendo con o sin nosotros. 

Sin embargo me doy cuenta que lo observado tal vez no es una respuesta a esa pregunta, sin embargo es el movimiento del cual hacemos parte. 

Luego la pregunta es ¿para qué el ser humano? Dado el movimiento de vida, la respuesta puede ser obvia, si somos parte de un movimiento permanente de vida, existimos para ser parte de él y expandirlo o acelerarlo, un movimiento permanente de vida debe tender necesariamente hacia el infinito, el movimiento de vida no puede ser finito por definición. 

Vuelvo a observar las preguntas iniciales ¿qué es Dios?¿qué es el todo?¿qué es la energía?, entonces viene a mi mente la palabra cosmogonía, concepto con el que me he encontrado varias veces, decimos que existen distintas cosmogonías, es una palabra que se escucha mucho sobre todo en grupos que trabajan temas ancestrales, la cultura de nuestros antepasados, sobre todo haciendo referencia a pueblos indígenas. Se dice que los pueblos indígenas tienen una cosmogonía distinta a la occidental. 

Explorando el concepto de cosmogonía me encuentro con que el punto de partida de cualquier cosmogonía es una respuesta a la pregunta ¿Cuál es el origen del todo? lo cual me lleva a pensar ¿por qué consideramos tan necesario, como especie, tener una respuesta a esta pregunta?

Sin importar la respuesta a ¿cuál es el origen de todo?, lo que es evidente es que nos mueve una necesidad por encontrar o creer que existe una respuesta a este interrogante. ¿Qué pasaría si aceptáramos que no existe una respuesta a este interrogante y que jamás será posible encontrarla, qué se pondría en riesgo?¿Afectaría nuestra idea de propósito o sentido de vida?¿Nos llenaría de angustia al perder un aparente hilo conductor que nos facilita la comprensión del mundo?¿Se generaría el caos?

De otro lado ¿qué posibilidades se podrían abrir? si aceptamos que no hay un origen, ¿en qué se centraría nuestra atención?¿se centraría en comprender cada vez mejor cómo contribuir en mayor medida a la expansión de la vida?

Si el origen es irrelevante, y la pregunta ¿cuál es el origen? es el punto de partida de cualquier cosmogonía, entonces las cosmogonías se vuelven irrelevantes, ya no serían motivo de separación y tampoco de sometimiento. 

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